Con la puesta en marcha de los cuatro primeros pit stops o sitios de parada para que los domiciliarios de la empresa Rappi puedan descansar, almorzar, cargar el celular, parquear la moto o bicicleta, tomar café e ir al baño, se da un paso hacia la organización de este exitoso servicio que por su dinámica también ha estado en el ojo de las críticas de los ciudadanos y de los expertos, que piden soluciones de fondo.
En un informe publicado por EL TIEMPO el pasado sábado 15 de junio se dio cuenta de las quejas ciudadanas por ruido, invasión del espacio público, utilización de la calle como orinal, incumplimiento de las normas de tránsito, además de los llamados de atención por las condiciones de los trabajadores, que, sumados, afectan la imagen de la firma del mostacho.
Según cifras de la compañía, en la ciudad hay unos 10.000 hombres y mujeres –la mayoría jóvenes de origen venezolano– que se desplazan en motocicleta o bicicleta para entregar pedidos a domicilio. A ellos se suman al menos otros 5.000 que trabajan en las demás plataformas, lo que desembocó en todo un éxito empresarial, pero también en un fenómeno social para una ciudad que no estaba preparada para semejante negocio.
El mismo éxito de este emprendimiento llevó a que muchos de ellos se tomaran parques, separadores como el de la av. 19 en el norte de la ciudad, plazoletas, ciclorrutas y hasta las entradas de establecimientos comerciales, o a dormir en bancas públicas, en una clara violación de las normas.
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