La Señora Laureles cierra la puerta al salir de casa, a su espalda queda el Bosque de las Hadas y pendiente abajo camina hacia la nueva plazoleta que se estrena hoy en el barrio. La altura le permite ver a lo lejos las carpas, los festones y se escucha la música que alienta a los vecinos a salir. Frena su andar, mira a ambos lados y sonríe, mientras piensa que hoy es un día que ella, su familia y vecinos esperaban hace mucho tiempo.
Este es casi el final de la historia, en realidad puede decirse que de cuatro historias y de un solo territorio. Hoy la fiesta tiene un poco de todo, de cierre porque termina un proyecto, de inicio porque cuando una meta es alcanzada nacen otras, y de continuidad, porque llevan un mundo nuevo en los corazones. Y ese mundo está creciendo en este instante.
También acudirán a este encuentro Doña Cecilia, Doña Manila y Doña Colombia, ellas ya celebraron en su barrio su propia fiesta, pero la de hoy es especial porque es la última. Con ellas son cuatro las historias que se tejieron entre los trazos de los planos, las voces de decenas de reuniones, hasta el olor del concreto fundido.
Todo final tiene un inicio. Entre el río y el bosque, los 4 barrios, el de Doña Laureles, Doña Cecilia, Doña Manila y Doña Colombia, fueron seleccionados para estas obras que mejorarían el espacio común de todos, 12.826 metros de nuevo espacio público.
¿Cómo llegaron a esta decisión? La Alcaldía municipal realizó un estudio para saber cuánto espacio público había para sus habitantes y los resultados decían que tenían 4,41 metros cuadrados efectivos por cada habitante y se habían planteado la meta de tener 15 metros cuadrados por habitante. Ante tal diferencia, la alcaldía municipal planeó realizar nuevas obras, priorizando las zonas con menos espacio público, entre las cuales estaba la localidad llamada Don Cristóbal, que contaba con 3,49 metros cuadrados por habitante, sumando parques, plazas y zonas verdes. Allí estaban los barrios de esta historia. Así inició el relato.
Esta decisión de la alcaldía permitió que se construyeran 51 vías, 12.826 metros cuadrados de espacio público, y una inversión de $11.505.055.345 millones que impactó a los 3.526 habitantes de estos cuatro barrios y a los 89.171 habitantes de la localidad de Don Cristóbal. Así mismo, se decidió que cada barrio tendría además una parte de la intervención, con el fin de desarrollar una “idea” que el barrio necesitará, a esto le llamaron proyecto social; el cual se entregaba con una fiesta en un evento que los trabajadores de la Alcaldía municipal llamaron acuerdo de cuidado, vainas raras que inventan, eso es una fiesta.
Los trabajadores de la Alcaldía municipal encargados de esta tarea difundieron la noticia y hablaron con Doña Laureles, Doña Cecilia, Doña Manila y Doña Colombia y sus vecinos. Al principio las miradas hablaban y su lenguaje era la desconfianza; Doña Cecilia pensaba que le iban a pavimentar el río, doña Colombia pensaba que había gato encerrado, Doña Manila pedía un salón para que sus vecinos pudieran reunirse y Doña Laureles hablaba poco, observaba mucho y aunque fue la primera en dar un voto de confianza lo hizo con recelo.
Aunque la Alcaldía contrató un constructor para todas estas obras y delegó a sus mejores trabajadores para que los vigilaran, todo era preguntas al principio, ¿cuánto tiempo tardarán?, ¿por qué barrio empezarán?, ¿qué es eso del espacio público acá?, ¿pavimentarán el río?, ¿cuidarán los árboles y los Cerros Orientales?
El barrio de Doña Manila fue el primero en el que terminaron la intervención, y tanto insistió en que no tenían un salón para reunirse, que el proyecto social fue un Domo, una construcción en lona de 177 metros cuadrados para los vecinos. Aunque doña Manila quería algo más grande, estuvo tan contenta que en el acuerdo de cuidado, cantó a todos los asistentes.
La segunda en celebrar las obras fue Doña Cecilia, quién estaba contenta porque al final no le pavimentaron el río y, en cambio, escogió con sus vecinos como proyecto social, unos avisos con la historia del barrio, con cercas y juegos infantiles, y lo más bello, es que todo lo hicieron con guadua y madera, justo como a doña Cecilia le gusta.
El tercer turno sería para Doña Colombia, quién hizo el acuerdo de cuidado más grande y ocupó el parque del barrio, el cual es un parque de bolsillo, estos tipos de parques miden menos de 1.000 metros cuadrados y en la ciudad hay más de 1.700. Vinieron médicos poniendo vacunas, bailarines, cantantes e hicieron una feria de comida que los dejo tan llenos y gorditos, que decidieron que el proyecto social sería un gimnasio al aire libre, así cuidarían la salud mientras disfrutan del sonido del río y los Cerros Orientales.
Finalmente, llegamos al principio de nuestra historia, así es, el acuerdo de cuidado en el barrio de Doña Laureles, la última fiesta que cerraba este proyecto e iniciaba nuevos sueños para todos. La plazoleta fue diseñada entre los vecinos, el constructor y los trabajadores de la Alcaldía municipal. Sí, Doña Colombia tuvo la fiesta más grande, pues Doña Laureles tenía 145 metros cuadrados nuevos de plazoleta para estrenar.
Ese día se supieron muchas cosas; cuánto tiempo demoraron, que no había gato encerrado, por donde empezaron, que cuidaron las plantas y los Cerros Orientales que cruzan toda la ciudad y que miden en total 14.197 hectáreas y claro que no pavimentaron el Río Fucha que tiene una longitud 17,30 kilómetros.
Lo que no se sabía, es que algo de nostalgia se tomaría la fiesta, así es, los trabajadores de la Alcaldía municipal se tomarían en esta plazoleta la última foto del proyecto con Doña Laureles, Doña Cecilia, Doña Manila y Doña Colombia y sus vecinos. Quedan los recuerdos y la satisfacción de ayudar a crear una ciudad en donde el espacio público es un lugar como el hogar.